La alegría de ser uno mismo
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La alegría de ser uno mismo

La alegría de ser uno mismo

Venía a decir Ortega y Gasset que el hombre no es algo acabado desde un principio, sino un proyecto cuya realización depende en gran medida de la responsabilidad de cada cual. Es evidente que en la hermosa tarea de irnos haciendo a nosotros mismos no puede faltar el horizonte que marque la medida de lo que queremos ser. Y es que, sin una meta clara en nuestra vida, serán las circunstancias las que nos vayan modelando y acaben, quizás, por llevarnos a un lugar al que no queríamos llegar.

No estaría mal que, haciendo una parada en el camino, revisáramos el trecho andado y trazáramos con claridad el perfil de nuestro futuro. Y aquí es importante ser realistas y aceptar los valores y las limitaciones con elegancia y sentido común. Unos objetivos poco acordes a nuestra realidad pueden hacernos caer en el desencanto de quien no se ve progresar o en la mediocridad de quien se conforma con muy poco.

Pero esto es solo el principio. No debemos olvidar que las grandes metas se consiguen a base de un esfuerzo constante y convencido. Hay que saber esperar los frutos y no tirar la toalla demasiado a la ligera.

Estoy firmemente convencido de que responder honestamente a esas grandes preguntas es la clave de nuestra felicidad y de la de quienes nos rodean -porque no debemos olvidar que constantemente convivimos con personas en quienes siempre dejamos algo de nosotros mismos-.

Hay que ser valientes y poner manos a la obra. Romper el cascarón de la superficialidad no es fácil, como no es fácil nadar contra corriente, pero queda la satisfacción de una vida vivida intensamente y con sentido y, lo que es mejor, la alegría de ser tú mismo.